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4/01/2006

El descenso



y luego un vacío en la razón, se quebró,
caí, y caí –“
(Emily Dickinson)


des
cen
der

Y encontrarse con el punto místico
de los cráneos,
con el pasadizo ruidoso del miedo:
hacerse tumba.

¿Sobreviviste al exterminio de tus propios huesos, mujer?

Caíste,
finamente.

Estridente
la palabra tuya,
quebró pánico.

Un fúsil te voló la cabeza.

La enfermedad del verbo en tus oídos
fue signo en la sombra de la defunción
y exilir el poema con el pacto de la rosa cruda
propugnó la lengua natal de dolor contra herida.

¿A que equivale la canción desesperada de muerte?
¿Qué somos sino un par de gritos secuénciales
en la noche que viene llorando?

Siempre atamos los pies,
a una carne que se dirige a los muertos.

Soy una hembra, ingenua
que viene en las noches castas
a bramar por el silencio.

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